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Error en Libia: mueren rebeldes en bombardeo de la OTAN Asesinatos por error de Rebeldes. Onu confirma 12 muertos en sede afgana.

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Para comprar nuevos armamentos gastaremos 3 mil millones y medio de más que en el 2010.
Italia sigue invirtiendo en armamentos. En nuestro país, decenas y decenas de artefactos de guerra, costosos e inútiles serán fabricados en los próximos 10 a 15 años. 
Se volverán viejos sin ser usados en escenarios de guerra, quizàs también porque las nuestras son sólo 'misiones de paz'. Muchos se oxidarán o funcionarán sólo para ser mantenidos, mientras se tenga la capacidad de mantenerlos. Muchos otros serán fabricados para hacer funcionar a la industria, italiana e internacional. 
Los números. La asignación del presupuesto para el sector de la Defensa para el 2011 es de 20.494  millones de euros. El aumento total es de 130 millones de euros con respecto al año anterior (0,6% más que en el 2010, el 1,28% del PBI). La Actividad de la Defensa ha crecido en 32,6 millones de euros; la Actividad de Seguridad Territorial en 145,2 millones de euros; las Actividades Externas han disminuido en 49,8 millones de euros; el “Tratamiento económico militar” (propiedades) ha crecido en 2,3 millones de euros.
Son los fondos destinados a las 'adquisiciones' los que se han elevado: más del 8,4%, 3.453  millones, 266 millones más con respecto al 2010.
¿A dónde va este dinero? En gran parte están destinados al programa  F-35 (471,8 millones de euros) y a la compra de helicópteros Nh-90 AgustaWestland (309,5 millones), de dos submarinos U-212 (164,3 millones) y de otros helicópteros Ch-47 F Chinhook (137 millones), además de la modernización de los Tornado (178,3 millones). Para las demás adquisiciones, ya encaminadas (cazas Typhoon, adiestrador Aermacchi M-346,  fragatas Fremm y vehículos de combate Flecha) se obtendrán recursos (poco menos de mil millones de euros) del Ministerio de Desarrollo Económico.
Habría que preguntarse cuál uso estratégico tendrá el cazabombarderos con capacidad de transporte de ojivas nucleares F-35 que nuestro país tendrá que comprar en cantidades excesivas (131 unidades, aunque de las cuales ha sido prometida – aún sin confirmación -una reducción), o el helicóptero Ch-47 Chinhook, del cual la Aeronáutica Italiana ha comprado 16 unidades, con el eventual agregado de 4 más. O aún más el helicóptero de asalto Nh 90 (116 vehículos desde el 2000 al 2018). Fragatas Fremm: según admitiera el mismo Ministro La Russa (Farnborough, Gran Bretaña 20 de julio), en base al proyecto italiano-francés, el gobierno italiano ha “postergado la decisión” para otros 4 barcos según el programa original (6 llegarán seguramente), apresurándose a agregar que “tal vez no sean indispensables” para la Defensa, pero “puede ser indispensable construirlos” para garantizar la ocupación en los astilleros navales italianos “para venderlos a otros países”. El portaaviones  Cavour, como ha demostrado la misión a Haití, fue concebido con una vasta gama de usos, dirigidos también a la protección civil: todo, como es obvio, para adquirir benevolencia política a nivel de asignaciones.
El combustible, los repuestos y las municiones seguramente no faltarán, para los medios y las tropas de Afganistán. Faltaràn seguramente para los nuevos armamentos que nuestros políticos derrochadores han decidido comprar, despreocupados de la crisis económica y en contratendencia al sentido común de sus colegas. Uno entre ellos, David Cameron, que drásticamente – y atrevidamente recortó los gastos militares en un 8% en los próximos 4 años. 
Luca Galassi
PEACE REPORTER 8 DE DICIEMBRE DE 2010

LIBIA FUERZAS ARMADAS
La fuerzas armadas de Libia
Bengasi, 3 Mar (UYPRESS) – Hoy nadie puede precisar cuantas unidades militares son fieles al coronel Muamar el Gadafi y cuantas se han pasado a los rebeldes que controlan la mayoría de la costa sobre el Mediterráneo, al este y al oeste de la capital, Trípoli.
Luego del levantamiento del embargo impuesto a la venta de armas a Libia en los años 2003 y 2004 y en particular con la firma del Tratado de Amistad con Italia hubo un gran flujo de armas modernas y costosas hacia las militares libias.

Al comenzar la rebelión, a principios de este año las Fuerzas Armadas tenían 76 mil efectivos,  50 mil, el ejercito de tierra, 18 mil, la fuerza aérea y 8 mil la marina militar. A ello se deben agregar 40 mil integrantes de la Milicia Popular a la que están integrados la Guardia Revolucionaria con unos 3 mil efectivos y 2.500 de la Legión Islámica Pan-Africana. Considerando el gran tamaño del territorio (1.759.540 km²) y de las fronteras, las fuerzas militares se han organizado sobre la base de una gran movilidad.

El Ejercito está formado por: 10 Batallones Blindados; 21 Batallones Mecanizados y de Infantería; 22 Batallones de Artillería; 15 Batallones de Paracaidistas; 8 Batallones de Defensa Aérea y una Brigada de la Fuerza de Seguridad Presidencial

Los tanques y blindados son mayoritariamente de origen ruso, con 200 unidades de T-72, más 150 en reserva y 1.500 tanques de los modelos T-55 y T-62, dispone asimismo de 2000 vehículos blindados de transporte de tropas y 500 unidades de artillería autropropulsada fundamentalmente de calibre 152 y 122mm.

A nivel de artillería remolcada y de morteros dispone de 800 piezas y de 450 misiles SCUD-B y 2 mil lanzadores de misiles antitanques.

La fuerza aérea tiene bases en esta ciudad, Bengasi (Baninah), en Tobruk, en Trípoli y en otras 11 localidades, situadas fundamentalmente al norte de su territorio.

Con la baja de los anticuados Mig 21 y de los helicópteros CH 47, hoy dispone de 24 caza-bombaderos Mirage F1 (Francia), 125 cazas interceptores Mig 23 (Flogger – Rusia) y 40 Mig 25 (Foxbat), así como  50 Sujoi SU 22 y SU 24 (Rusia) y 25 aviones Aeromacchi de entrenamiento avanzado (Italia) y un importante parque de aviones de transporte de 75 aparatos. Cuenta además con 75 helicópteros de transporte y de combate.

La marina militar tiene bases en esta ciudad, en Trípoli, Al-Khums, Misratah, Tobruk y Derna con 2 fragatas antisubmarina clase Koni, dos corbetas clase Nanuchka, seis lanchas de ataque rápido clase OSA Y 5 unidades de la clase Natya (todas de origen Rusia) y dos corvetas armadas con misiles Combattante (Francia).

 Como se puede apreciar una parte importante del armamento pesado es de origen soviético o ruso, pero a partir del 2004 la mayor parte de la modernización se realizó con importantes compras en Europa.

Es así que mientras la responsable de las relaciones exteriores de la Unión Europea Catherine Ashton, le exigía a Muamar el Gadafi que no reprimiera a su pueblo, las armas empleadas seguramente eran fabricadas en Europa. De acuerdo con el último informe anual sobre exportación de armas europeas, del año 2009, los socios comunitarios concedieron 470 millones de dólares en licencias de exportación de armas a Libia. El principal proveedor fue Italia.

Italia concedió licencias de exportación de armas a Libia por un total de 140 millones de dólares, de los cuales la parte más suculenta ­108 millones­ corresponde a la venta de aviones y helicópteros (por ejemplo de la firma Alenia). En la octava empresa productora de armas en el mundo es Finmeccanica, conocida por ser la mayor empresa italiana de alta tecnología, uno de sus accionistas es Gadafi  a través de la Autoridad de Inversiones Libias.

El segundo proveedor europeo de armas a Libia es la pequeña isla mediterránea de Malta, con 108 millones de dólares en licencias sobre todo de pequeño calibre. Alemania queda en tercer lugar, con licencias de exportación de armas por valor de 70 millones de dólares, la mayor parte de ellos para equipos electrónicos, por ejemplo para neutralizar las comunicaciones por telefonía móvil, Internet y los sistemas de localización por satélite GPS.

En cuarto lugar del “incómodo ranking” figura Francia, con 42 millones de dólares (2009) en concesión de licencias de exportación de armamentos para el ejército libio, seguida de Reino Unido, con 25,5 millones de euros y de Bélgica, con 22 millones de euros.



La intervención militar de EEUU, Gran Bretaña, Francia y otros países contra Khadafy, ha merecido dos explicaciones principales desde la izquierda. En esta breve nota explico por qué las encuentro insatisfactorias. Empiezo con la primera, que se ubica en la interpretación “conflicto por apoderarse del petróleo libio”.


¿El objetivo es apoderarse del petróleo de Libia?


La primera de estas explicaciones, y la más extendida, dice que el objetivo de la intervención es apoderarse del petróleo libio; esto es, se trataría de una típica intervención colonialista. La tesis está en línea con la idea de que los rebeldes son dirigidos, o manipulados, por el imperialismo; que como tales constituyen la punta de lanza de una ofensiva neocolonial, y que Khadafy encarna la lucha por la soberanía y la independencia nacional de Libia. Desde este punto de vista, lo que está en juego es si el petróleo seguirá estando en manos de los libios, o pasará a ser propiedad de los nuevos colonialistas.


El problema que encuentro con esta explicación es que desde el punto de vista de los intereses más generales del capital de los países que están interviniendo, la cosa no parece tener sentido. Anotemos en primer lugar que para que haya apropiación del petróleo por las potencias, es necesario garantizar la ocupación militar, territorial, de Libia. Es la única manera de impedir que un eventual gobierno surgido de la rebelión contra Khadafy pueda continuar estando en posesión del petróleo. Esto implicaría que hay que desplegar en territorio libio decenas de miles de soldados de ocupación. Pues bien, se calcula que el mantenimiento de un soldado en terreno en países de Asia o África cuesta, en promedio, más de 500.000 dólares anuales. Antes de la invasión a Irak podía pensarse que EEUU no tenia idea de lo que podía costar una operación de este tipo, pero en 2011 sí hay conciencia. En las dos intervenciones de Irak y Afganistán, EEUU lleva gastados más de 1,1 billones de dólares. Ahora bien, EEUU no importa petróleo de Irak; sus principales proveedores son Canadá, México, Arabia Saudita, Nigeria y Venezuela, por orden de importancia (Irak no figura siquiera entre los 15 más importantes). Una primera pregunta: ¿para qué EEUU estaría dispuesto a gastar una suma colosal de dinero para apropiarse de un petróleo que, en última instancia, le resultaría más barato comprar en el mercado, y que además ni siquiera está importando en estos momentos? Algo similar puede preguntarse con respecto al resto de los participantes en la intervención. ¿Justifica económicamente (además de los costos políticos) embarcarse en una operación colonial, para robar el petróleo, que hasta ahora los europeos venían comprando a Libia? A lo que hay que sumar otra pregunta: ¿cómo hacen 10 países para repartirse ese petróleo, en caso de que puedan apropiárselo imponiendo un gobierno colonial? Y a esto habría que agregar la cuestión de por qué Alemania, Rusia o China han decidido “dejar hacer”, si se trata de una operación montada por sus competidores para saquear el petróleo libio. Pero además, ¿para qué comprometerse con los sublevados, si con Khadafy el capital occidental estaba haciendo buenos negocios?


Mi respuesta a estos interrogantes es que la tesis “se quieren apoderar del petróleo” no tiene sentido. Soy consciente de que al decir esto voy contra el sentido común del 90%, o más, de la izquierda, pero en estas cuestiones me interesa muy poco ser popular. Desde hace años planteo que actualmente el dominio colonial, esto es, la extracción del excedente mediante el saqueo y el pillaje, no es viable, por lo menos cuando se trata de países dependientes constituidos, con su propia clase capitalista. Ya cuando fue la guerra de Irak planteé, en oposición a casi toda la izquierda, que el centro de la cuestión no pasaba por una operación de tipo colonial, y que el objetivo no era apoderarse del petróleo. Los medios más lúcidos de la alta burguesía -por ejemplo The Economist- advertían antes de la guerra que era más barato seguir comprando el petróleo a Irak, que intentar arrebatarlo con una ocupación militar. Hoy esto ya no se cuestiona en las clases dirigentes de los grandes países industrializados. EEUU, Gran Bretaña y otras potencias saben que tienen que negociar con clases capitalistas locales -muchas de ellas con inversiones transfrontersas- y que la empresa colonial, esto es, el saqueo de riqueza por medios militares (lo que Marx llamaba exacción del excedente con medios extraeconómicos) no es factible, política ni militarmente. Por eso no se puede entender el contenido de la intervención militar en Libia con el esquema de las tesis “clásicas” de Lenin sobre el imperialismo. Es por este motivo también que la demanda de “liberación nacional” hoy ha perdido sentido para la mayoría de los países dependientes (discuto esta cuestión en Economía política de la dependencia y el subdesarrollo). La relación de explotación dominante y fundamental es la relación capital trabajo, y en torno a ella deberían ordenarse los análisis.


“Intervienen para ahogar la revolución”


Sectores de la izquierda que tomaron partido por los rebeldes, considerando que se trataba de una lucha contra una dictadura -que conectaba con los levantamientos en Egipto y Túnez- sostienen que la intervención se realiza para ahogar la revolución en curso. Tampoco logro encontrar coherencia y sentido a esta interpretación. Por empezar, porque si se trata de ahogar a la revolución, nada más sencillo, barato y práctico que dejar hacer a Khadafy. Después de todo, cuando comenzaron los ataques aéreos sobre las fuerzas de Khadafy, las mismas ya estaban entrando en Benghazi, y al parecer con bastante éxito. ¿Para qué hacerlas retroceder? Por otra parte, bajo esta explicación la actitud del gobierno de Benghazi, de los que resisten a Khadafy armas en mano, y de la población de las ciudades sublevadas, es incomprensible. Es que debería admitirse que han pedido la intervención de las potencias para… que ahoguen la rebelión que están protagonizando. Sería una actitud suicida -solo explicable por alguna nueva tesis de “son marionetas del imperialismo, quien les lavó la cabeza- en la que además persistirían, saludando a quienes vienen a ahogar el movimiento. Por supuesto, es enteramente correcto y necesario denunciar la hipocresía de las potencias, que están apoyando a Arabia Saudita y al régimen de Barhein, que está masacrando a los que piden libertades, mientras dicen defender las libertades democráticas. Pero de aquí no se desprende que también en Libia hayan intervenido para ahogar el movimiento anti-Khadafy. Las situaciones no son siempre iguales.


El problema político planteado


De todas maneras la tesis “intervienen para ahogar la revolución” tiene una lógica política: es la única forma de decir que se está con los rebeldes, y al mismo tiempo pedir el inmediato cese de la intervención de las potencias (lo que está en la tradición de la izquierda mundial). Es que si se acepta que la intervención imperialista frena (en algún grado) el ataque de Khadafy contra Benghazi y otras ciudades rebeldes, y que esto puede dar aire a los sublevados para que tomen la contraofensiva, es imposible sostener que a los rebeldes no les asiste el derecho de pedir esa intervención. Por este motivo hay que sostener, aunque sea contra toda evidencia, que Khadafy y las potencias tienen el mismo objetivo, aplastar la rebelión. Por supuesto, desde el punto de vista concreto e inmediato, pedir que las potencias imperialistas frenen el bombardeo contra las posiciones de Khadafy equivale -dada su superioridad en armamento- a dar vía libre para que retome el control de todas las zonas sublevadas. Esto no se puede tapar con consignas del tipo “que los gobiernos árabes den armas a los sublevados”, y cosas por el estilo. Para alguien que está enfrentando en Benghazi a las fuerzas de Khadafy, ese tipo de “políticas concretas” son fuegos de artificio, pirotecnia verbal. Alternativamente, se puede sostener que es mejor que mueran aplastados por las tropas de Khadafy, antes de recibir ayuda militar imperialista. Una postura que parece sencilla de adoptar cuando se está a una prudente distancia de las tropas de Khadafy. Como puede verse, se trata de un problema político importante para todos aquellos que, desde la izquierda, tomamos partido por los rebeldes.


El objetivo de la intervención


Para poder avanzar, tengo que cuestionar otras ideas establecidas dentro de la izquierda. La primera de ellas es la que afirma que la única manera que tiene el capital para establecer un dominio estable y seguro para sus intereses en los países atrasados y dependientes, es mediante dictaduras militares. Esta es una vieja idea de la corriente de la dependencia -en los países atrasados solo son posibles dictaduras capitalistas, o el triunfo de la revolución socialista- que se ha demostrado falsa en muchos países y continentes. En América Latina y Asia se han establecido regímenes democrático-burgueses (con libertades recortadas, pero distintos de las dictaduras) que han garantizado condiciones “normales” para la explotación del trabajo. Hoy en Brasil o Chile, para citar dos ejemplos cercanos, los capitales transnacionales hacen buenos negocios, al amparo de regímenes democráticos que canalizan conflictos, o logran manejarlos, sin peligros para la estabilidad del sistema. Pues bien, el capital, los gobiernos de las potencias y las fuerzas capitalistas o pequeño burguesas del norte de África, son conscientes de que algo similar puede ocurrir en Libia, Egipto o Túnez.


Esto se combina con lo que hemos explicado en el primer subpunto. Actualmente las potencias saben que tienen que negociar con gobiernos de países dependientes que tienen raíces propias, y que su influencia en los negocios y la marcha de las cosas está mediada por estos gobiernos. Durante décadas muchos regímenes dictatoriales sirvieron para mantener la estabilidad, y hacer negocios (así como para contener las luchas de los palestinos). Pero en la medida en que estos gobiernos pierden legitimidad, en la medida en que son cuestionados por decenas o centenares de miles que se sublevan, las potencias no tienen problemas en soltarles las manos y encaminarse hacia regímenes más democráticos. Nunca hay que perder de vista que incluso la más amplia democracia capitalista sigue siendo una dictadura del capital. Ya antes de que comenzara la rebelión en el mundo árabe, analistas del establishment estadounidense reconocían que “los Mubarak y los Al Sauds” ya no influyen en el árabe medio, y que “el sentido de cuán débiles estamos (los EEUU) es un factor de cuán débiles están nuestros socios”, Mubarak y la familia gobernante en Arabia Saudita (la reflexión corresponde a Scott Carpenter, ex alto funcionario de Bush, actualmente en el Washington Institute for Near East Policy, y es recogida en The Economist, 1/01/11). En otras palabras, las potencias necesitan gobiernos con cierta capacidad de maniobra y legitimidad, y mantener las opciones abiertas. Por eso pueden tener interés en frenar una masacre, perpetrada por un régimen que se ha enajenado las simpatías de la mayoría de la población. En todo esto hay cálculos, realizados con todo cinismo, como corresponde a los que defienden al capital. En estos cálculos, pueden existir también errores de tiempos y posturas, que siempre tratarán de corregirse a posteriori.


Esto explica entonces por qué se han dado situaciones en las cuales las intervenciones de las potencias no han sido para colonizar, sino para canalizar tensiones o preparar el terreno para la emergencia de democracias burguesas con las que pudieran mantener buenos términos. No es cierto que siempre que las potencias meten sus narices en otros países es para implantar dictaduras militares. Alguna vez Lenin dijo que incluso la revolución de febrero de 1917 -que derribó al zar, una institución reaccionaria centenaria- había sido un “semigolpe de Estado”, en alusión a la participación de Francia y Gran Bretaña. En otra nota expliqué que la lucha de Castro en Cuba, contra la dictadura de Batista, tuvo la simpatía de EEUU. Existen otros ejemplos. Lo importante es entender que el capital y sus gobiernos tienen esta capacidad de adaptación. Es por este motivo que los rebeldes de Benghazi pueden recibir ayuda en su lucha contra Khadafy, sin por ello convertirse en agentes neocoloniales de las potencias. Es algo que está en la naturaleza del movimiento que han encabezado, un movimiento burgués -no hay ningún síntoma en su programa que apunte más allá de la propiedad del capital- que abre la posibilidad de algunas libertades democráticas. Según Gilbert Achcar, la fuerza política más destacada en la revuelta libia es la Juventud de la Revolución del 17 de Febrero, que defiende una plataforma democrática y reivindica el Estado de derecho, libertades políticas y elecciones libres. Por ahora, todo será aproximadamente del mismo tenor -en caso de que se impongan los rebeldes- de lo que podría estar sucediendo en Egipto.


Es en base a todo lo anterior que la solicitud de que se decretara la zona de exclusión aérea, no puede ser interpretada como una medida para entregar el petróleo, ni para que la intervención ahogara la sublevación. Dado que el movimiento rebelde por ahora es un movimiento democrático burgués -aunque participen masas trabajadoras, y eventualmente éstas avancen reivindicaciones propias- se da la circunstancia de que puede coincidir con el interés del capital internacional en que se instale alguna forma de régimen democrático, que dé mayores garantías al dominio del capital de lo que hoy ofrece un desprestigiado y desgastado Khadafy.

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